Los imperialismos y la colonización

La ambición colonialista originó numerosos conflictos entre las potencias; sin embargo, estos se resolvieron a través de la diplomacia y acuerdos comerciales.

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Los imperialismos y la colonización

Introducción

La colonización de diversos territorios fuera de Europa en el siglo XIX adquirió ritmos y características específicas en la medida en que las transformaciones económicas y tecnológicas, fruto de la Revolución Industrial se hicieron presentes.

Los principales países europeos buscaron nuevos mercados y las materias primas que requerían para consolidar su desarrollo económico, con este objetivo en mente su expansión colonial marcó un hito, un antes y un después en la historia de millones de personas que habitaban en África y Asia.

El expansionismo colonial de aquella fase histórica se dirigió hacia el interior de los territorios que controlaban, sin llegar a profundizar hasta el corazón de los continentes, como se haría en la etapa posterior. En este periodo fue común que los proyectos colonizadores quedaran en manos de sociedades mercantiles que, por concesión y  amplio apoyo de sus gobiernos, poseían facultades  políticas para  declarar la guerra y la paz a los territorios dominados y para nombrar a las autoridades metropolitanas.

Ejemplos de estas organizaciones las encontramos en: la Compañía inglesa de las Indias Orientales, la Compañía holandesa de las Indias Occidentales y las Compañías francesas de las Indias Occidentales y Orientales, que en el plano económico podían establecer relaciones comerciales con los gobiernos locales por medio de tratados de franca ventaja para los europeos. Otorgar préstamos e invertir capitales que engrandecían la economía de industriales, comerciantes y banqueros.

Gran variedad de productos se obtenían de las posesiones coloniales: diversos metales que se canalizaron a distintas ramas de la industria; productos tropicales (algodón, azúcar, café, cacao, henequén y maderas), que, producidos por medio de un intenso sistema de plantación, nutrieron distintas industrias, entre ellas la de los textiles ingleses. Para el transporte de estas materias primas y de mercancías provenientes de las metrópolis, se abrieron puertos y se construyeron numerosas líneas férreas. Ejemplos claros de este tipo de colonización lo representan: la presencia francesa en el territorio de Indochina, la invasión de los holandeses en Indonesia y el dominio inglés de la India y la Guerra del opio en China.

Guerra del opio

China, durante los siglos XVIII y XIX, se convirtió en la manzana de la discordia de distintas potencias por su tradicional industria artesanal de sedas y porcelanas. La entrada comercial al imperio chino representaba para los europeos una gran inversión, por los productos que ofrecía y también por contar con una numerosa población susceptible de transformarse en consumidora.

La introducción comercial que hicieron los ingleses a China fue el opio, producto proveniente de su colonia en la India, lo que originó un conflicto que enfrentó al gobierno chino con Inglaterra entre 1840-1842, debido a la oposición del primero a la importación de esta droga.

Después de una fulminante derrota china ante la superioridad bélica de los británicos, se dio fin a la guerra con un tratado (Nanking) por el que Hong Kong pasó a poder de la Gran Bretaña y se abrieron los puertos chinos de Amoy, Cantón, Fuchow, Nagoo y Shanghai al libre comercio extranjero.

Foto tomada de: Commons wikimedia

Colonización e imperialismo

La ambición colonialista originó numerosos conflictos entre las potencias; sin embargo, estos se resolvieron a través de la diplomacia y acuerdos comerciales, sin llegar a enfrentamientos militares como había sucedido en el siglo XVIII. No obstante que el colonialismo se extendía con fuerza hacia el Oriente, en América sufría grandes reveses. Hacia 1830, la mayor parte de las posesiones coloniales en el continente lograron emanciparse. Estos movimientos se iniciaron con la independencia de las Trece Colonias inglesas (1776), continuaron en el Caribe, Hispanoamérica y Brasil. Tales dominios no fueron sustituidos, ni en extensión ni en riquezas, en el mundo colonial de entonces. Sin embargo, el colonialismo empezaba a vivir y experimentar nuevas situaciones, producto del industrialismo y el liberalismo, intensificarían y ampliarían el comercio, las inversiones y los empréstitos.

Por medio de tratados comerciales que reducían tarifas arancelarias, las colonias fueron abiertas a naves y productos extranjeros. Inglaterra, entonces la potencia con supremacía industrial, comercial y con una marina mercante inigualable, se convirtió en la “reina de los mares” y en la potencia con el más amplio imperio ultramarino que se extendía por los cinco continentes: Canadá e islas del Caribe en América, numerosas factorías en las costas de Asia y África (con fuertes intereses en: China, India, Egipto), así como el control de toda Australia. Su capacidad industrial, financiera y mercantil y el aumento de países compradores de productos manufacturados y exportadores de materias primas, por ejemplo, las recientes repúblicas hispanoamericanas, le abrieron los mercados de todo el mundo. La expansión del capitalismo provocó la entrada a la competencia mundial de nuevas potencias, entre ellas  Rusia, que penetró en el norte y centro de Asia, mientras los Estados Unidos empezaron a realizar sus balbuceos colonialistas en Japón al firmar en 1856 un primer tratado comercial con aquel país oriental. Para este período, Europa y sus dominios cubrían casi el 67% de la superficie terrestre.

La última fase de la colonización, de 1884 (Conferencia de Berlín) a 1939 (inicio de la Segunda Guerra Mundial), se inscribe en los cambios realizados dentro del sistema capitalista influenciado por la Segunda Revolución Industrial y la nueva política económica conocida como Imperialismo. A decir de Jules Ferry, ideólogo del colonialismo francés: “La política colonial es hija de la política industrial. Para los estados ricos la exportación es un factor esencial en la prosperidad pública”.

A lo largo de la historia, los imperios han sido considerados como formas de dominio económico y político de una nación sobre otros pueblos. El concepto de imperialismo moderno, de  fines del siglo XIX al siglo XX, corresponde a una etapa del desarrollo capitalista vinculada al surgimiento de los grandes monopolios que absorbieron a las medianas y pequeñas empresas, controlando la producción y distribución de mercancías. De esa manera, la libre competencia se fue debilitando y fortaleciendo la concentración de riquezas en unas cuantas empresas. El capital excedente acumulado empezó a exportarse hacia zonas de influencia, a posesiones coloniales, o a países menos desarrollados, con el fin de crear nuevas industrias o financiar préstamos.

Foto tomada de: Commons wikimedia

Retrato de la Reina Victoria de Inglaterra. Uno de los grandes símbolos del imperio británico es la reina Victoria, a tal grado que a toda una etapa histórica se le denomina “era victoriana”.

Las naciones que experimentaron este tipo de crecimiento económico, poseedoras de un avanzado desarrollo tecnológico y con estabilidad política, desplegaron una intensa y amplia expansión colonial. El fortalecimiento de algunos de estos estados estuvo relacionado con los movimientos nacionalistas que definieron y exaltaron el poderío de sus países. Aunado a este sentimiento nacionalista, flotaba en el ambiente la idea de la superioridad del hombre blanco, así como su misión y capacidad de civilizar y cristianizar al mundo. Es importante señalar que en tales países existió un fuerte crecimiento demográfico (en menos de un siglo, Europa pasó de 190 a 300 millones de habitantes) lo que causó cambios de orden social. Gran parte de la población era desempleada y encontró salida a sus problemas de trabajo emigrando hacia los principales centros industriales de su nación y hacia otros continentes.

Antes de 1830, sólo había cinco potencias con posesiones coloniales (España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda), para 1914 hacían acto de presencia cinco potencias más, entre las que destacaban: Alemania, Italia, Bélgica, Estados Unidos y Japón. El interés de apoderarse de nuevos territorios originó disputas y guerras entre las potencias: Inglaterra y Francia se enfrentaron por el sudeste asiático; Gran Bretaña y Rusia tuvieron problemas por el control de Afganistán; Estados Unidos declaró la guerra a España a fin de apoderarse, en 1898, de las colonias españolas de Puerto Rico, Filipinas y Guam, además de establecer con Cuba una enmienda que favorecía el comercio y la posesión de un punto de gran relevancia estratégica, Guantánamo.

Por su parte, Japón, de ser una zona asediada por el colonialismo, se convirtió en una potencia expansionista en el continente asiático. Este cambio se produjo a raíz del establecimiento de una serie de reformas, conocidas como las reformas Meiji, que abrieron sus puertas al capital estadounidense y europeo e impulsaron su desarrollo industrial. Japón emprendió también un proyecto expansionista en Manchuria, China, Formosa, Indochina y Corea; en forma inaudita derrotó al imperio ruso en 1904 por la posesión de la península de Liaotung. A fines del siglo XIX y principios del XX se encontraban funcionando dos obras  de comunicación comercial monumentales: el canal de Suez y el de Panamá.

Foto tomada de: Commons wikimedia

Foto tomada de: Commons wikimedia

Autoevaluación

El canal de Suez y el canal de Panamá

Una vez que hayas observado detenidamente las dos imágenes anteriores, responde el siguiente cuadro, arrastrando los diferentes elementos:

Fueron obras del imperialismo, de países que buscaban cuidar sus intereses comerciales y necesitaban un intercambio de mercancías mucho más ágil y rápido. Logró la comunicación marítima entre dos océanos: Pacífico y Atlántico, facilitó el intercambio comercial de EUA con otras regiones del mundo y reforzó la hegemonía norteamericana en América Latina. Vías de comunicación estratégica entre los países imperialistas y sus colonias asiáticas porque conectó los mares Mediterráneo y Rojo. Agilizó el intercambio comercial europeo. Este canal se ubica en Centroamérica. Desde la época colonial se planteó este proyecto. Los franceses intentaron realizarlo, pero fracasaron. El entorno ecológico (clima muy húmedo, lluvioso con selva y pantanoso) implicó el empleo y mortalidad de una gran cantidad de obreros. Además, el desnivel entre los dos cuerpos de agua implicó el uso de eclusas. Comenzaron la excavación manual miles de trabajadores egipcios. Se calcula que fallecieron 120,000 de ellos. Después, emplearon máquinas para excavar 161 kilómetros de longitud, c. 13 m. Profundi-dad y entre 60 y 100 m. de ancho. Este canal se ubica entre África y Asia, fue el primero de su tipo y su principal administrador fue Inglaterra porque compró las acciones de Egipto. Siglo XIX Estados Unidos Francia Siglo XX
  Canal de Suez Canal de Panamá
Siglo de construcción
Potencias imperialistas involucradas en su construcción
Intereses estratégicos y comerciales
Retos técnicos
Diferencias entre las obras
Coincidencias entre las obras

Para 1914, Europa ocupaba el 84.4% de la superficie terrestre. Puede considerarse que en esta etapa se delimitaron las zonas de influencia además de realizarse nuevos repartos, como fue el caso del continente africano, dividido entre las potencias como si fuera un pastel. África, que había proveído de fuerza de trabajo esclavo al colonialismo mercantil europeo hasta el siglo XIX, volvió a ser centro de atención en la etapa imperialista por los países monopolistas que explotaron su gran potencial agrícola en  el cultivo de: algodón, caña de azúcar, cacahuate, cacao, sisal, aceite de coco, etcétera y de innumerables recursos mineros como el hierro, cobre, petróleo, diamantes, bauxita, manganeso, y cobalto, entre otros.

Además, aprovecharon su cercanía con Europa y la comunicación que se propiciaba al estar  rodeado, este continente, por el Mediterráneo, el Océano Atlántico, el Índico y el Mar Rojo. De esa manera África representaba un terreno propicio para impulsar sus economías imperialistas y adquirir posiciones estratégicas en el dominio del mundo.

En la Conferencia de Berlín de 1884-1885, promovida por Otto Von Bismark, canciller de Alemania, país carente de colonias y deseoso de obtenerlas, se consumó el reparto de este continente. Así, África apenas explorada en sus costas a fines del siglo XIX, pasó a convertirse en un continente  totalmente repartido en 1914. Solamente Liberia y Etiopía quedaron como territorios independientes.