El sistema tributario del Imperio Español

Durante el siglo XVI fue a través de la encomienda que se iniciaba el cobro de este gravamen a los indígenas. Dicho sistema consistía en la asignación de extensas porciones de tierra y de indios a conquistadores y expedicionarios en recompensa de los servicios prestados a la Corona.

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El sistema tributario del Imperio Español

Uno de los primeros mecanismos que instauró la Corona para la obtención de recursos fue el pago forzoso del tributo real por parte de los indígenas, hecho que prevaleció desde la conquista hasta el triunfo de los movimientos emancipadores.

Durante el siglo XVI fue a través de la encomienda que se iniciaba el cobro de este gravamen a los indígenas. Dicho sistema consistía en la asignación de extensas porciones de tierra y de indios a conquistadores y expedicionarios en recompensa de los servicios prestados a la Corona, todo ello con el fin de promover su asentamiento. Los nativos debían trabajar las tierras o prestar sus servicios a la Iglesia y al encomendero. A éste último, por su parte, le correspondía evangelizar a los indígenas, protegerlos y enseñarles español, así como cobrarles el tributo y remitirlo a las autoridades fiscales, representantes de la Corona.

Para las primeras décadas del siglo XVI, generalmente los tributos eran productos cultivados, manufacturados, muy pocos en metal o moneda, y fuerza de trabajo. Disponer de la mano de obra de una persona para obras públicas, trabajos agrícolas y mineros era fundamental para el desarrollo de la explotación colonial. La falta de supervisión por parte de las autoridades para el cumplimiento de las responsabilidades del encomendero originó el abuso de estos últimos, tanto en la sobreexplotación del indígena como en la manipulación de los impuestos.

En el caso del Perú, fue común el uso de grupos indígenas, como el de los curacas, para la recolección y entrega del tributo a los encomenderos a cambio de una porción de la contribución obligatoria, algunos productos españoles y determinados privilegios. Así, los encomenderos se apropiaron, en muchos casos, de los mecanismos para la extracción de excedentes que se empleaba en el mundo prehispánico.

Durante la primera etapa de la vida colonial, la encomienda y otros sistemas de trabajo forzado, junto con enfermedades, epidemias y otros factores, diezmaron enormemente a la población indígena. Este acontecimiento, aunado a los hechos de que los encomenderos ejercían un fuerte papel político en sus comunidades y que la Corona recibía mayores tributos de los indios no encomendados, provocó el replanteamiento del cobro de tributos y la abolición de la encomienda durante la segunda mitad del XVI y primera del XVII.

Para el cobro de tributos y restar el poder de caciques y encomenderos sobre esta fuente de ingresos, se creó una contaduría especial, apoyada en los corregidores. También se instauró el repartimiento, sistema que obligaba a las comunidades indígenas a enviar un determinado número de trabajadores para que laboraran en haciendas, ranchos, minas y en obras públicas, y el naborío, trabajos obligatorios impuestos a los indígenas por tiempo limitado. Al trabajador de estos sistemas se le pagaba en moneda, y aunque el indio muchas veces prefería negociar con productos, la instauración del cobro del tributo en efectivo forzó la balanza por el trabajo asalariado. Se simplificó entonces el cobro al imponer una contribución universal: un peso y media fanega de maíz al año por cada familia (lo equivalente a dos semanas de trabajo en el repartimiento), y para los solteros era la mitad de esta contribución. Por lo tanto, los pueblos de indios tenían que pagar lo correspondiente según el número de sus habitantes. Los censos que se realizaban para conocer el número de familias por comunidad eran inexactos y poco actualizados.

El hecho de cobrar parte del impuesto en producto, el cual era imposible de trasladar a España, se explica por la falta de circulante y por la existencia de subastas, donde los funcionarios reales o los encomenderos remataban los artículos recaudados a mejores precios que los del mercado o lo vendían en momentos críticos de la producción agrícola.

Además del tributo real, existían otras cargas: real y medio anual para las cajas de comunidad de los pueblos, real y medio anual para sostener al Juzgado General de Indios y cuatro reales anuales para la guerra de España contra Inglaterra, los cuales se siguieron cobrando aún después de finalizado el conflicto bélico; cuatro reales anuales a todos los integrantes del imperio para financiar la Unión de Armas, grupo armado encargado de la defensa de la monarquía española. Estas cargas, aunadas a las contribuciones a la Iglesia (diezmos, obvenciones, donativos, gastos ceremoniales, limosnas, etcétera), representaban un peso considerable para las comunidades indígenas cada vez más desintegradas.

El desarrollo de otras ramas de la producción como los obrajes, la minería y el comercio, que generaban cuantiosas entradas por la aplicación de diversos impuestos, así como la disminución considerable de la población nativa, colocaron al tributo en un segundo renglón dentro de los ingresos de la Corona.

Autoevaluación

  1. Entre los mecanismos tributarios que instauró el Imperio Español, destaca el de la encomienda del siglo XVI, el cual iniciaba un gravamen fijado en trabajo obligatorio a la Iglesia o al encomendero. A éste último, le correspondía evangelizar a los indígenas, protegerlos y enseñarles español, así como cobrarles el tributo y remitirlo a las autoridades fiscales, representantes de la Corona.

  1. Para el cobro de tributos y restar el poder de caciques y encomenderos sobre esta fuente de ingresos, se creó una contaduría especial, apoyada en los corregidores. Algunos ejemplos de cargas fiscales son el cobro de: real y medio anual para las cajas de comunidad de los pueblos, real y medio anual para sostener al Juzgado General de Indios y cuatro reales anuales para la guerra de España contra Inglaterra.

Conclusión

España fue el Imperio mercantilista más importante de los siglos XVI y XVII, gracias a la extracción de riquezas que obtuvo de sus colonias americanas, acumuló capitales a través de los tributos (encomiendas, haciendas y obrajes) y el comercio, en este último ámbito, para la llamada “guerra de las indias” la corona dispuso medidas proteccionista: como puertos exclusivos, venta de mercancías españoles (aceite, vino, granos y textiles) en las colonias americanas; beneficiando a los comerciantes españoles, en detrimento de sus pares novohispanos, en específico de mexicanos y peruanos, fue hasta inicios del siglo XVII cuando la corona liberó el intercambio comercial entre sus colonias, ello ante la declinación del intercambio comercial y el contrabando de mercancías.