Desde luego, la actitud de las sociedades receptoras ha sido muy diversa, no sólo de país a país, sino incluso en la misma nación, dependiendo de la coyuntura en que se presenta. Así, son varios los casos de sociedades que recibían a los migrantes en determinadas etapas, y posteriormente intentaran cerrar sus fronteras. En este sentido el ejemplo de los Estados Unidos es típico: abierto a la inmigración durante casi toda su historia y actualmente intentando controlar lo más posible la entrada de extranjeros.
Actualmente, la mayor parte de los países “receptores” de inmigrantes (trátese de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, España o Alemania), están preocupados por la regulación de sus fronteras y de la población que llega a sus territorios. A pesar de las diferencias existentes entre sus respectivas leyes, todos han legislado en este sentido, alegando motivos como la seguridad y el desempleo que puede provocar en la población nativa.
Además, algunos sectores de las sociedades de destino reaccionan negativamente contra los migrantes: la xenofobia, manifiesta en los prejuicios racistas, y el auge de grupos neonazis son respuestas nada deseables, pero que ahí están.
A pesar de ello, y como se ha visto a partir de octubre de 2005, primero en París y posteriormente en el resto de Francia, los tumultos e incendios de vehículos, estaciones de policía, de bomberos y otros edificios públicos por parte de jóvenes inmigrantes o hijos de inmigrantes, está marcando una reacción contra la sociedad francesa que los margina. Por otro lado, las manifestaciones de millones de “latinos” en los Estados Unidos, es otro signo que las autoridades deberían tomar en cuenta. En ambos casos, de alguna forma, hay reclamos de igualdad ante las leyes.