China
Tras la muerte del líder Mao Tsetung en 1976 comenzaron algunos cambios que acabaron oficialmente con el maoísmo y que incluyeron duras persecuciones y condenas. Además llevaron a la República Popular China hacia un rumbo diferente que se inició en 1978 con las reformas impulsadas por Deng Xiaoping. Entre otras reformas se puso en primer lugar la modernización económica, que en realidad fue un regreso al capitalismo, en un régimen político que funciona sobre la base de un partido único que monopoliza el poder apuntalado por una burocracia jerarquizada que expresa el control que ejerce el partido-Estado.
(Montserrat Huguet, 2001)
A partir de 1979 los chinos han seguido un modelo distinto a la anterior planificación practicada por Mao Tse Tung, pero también diferente a las políticas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El punto de inicio fue la agricultura, que se deslizó desde un proceso de privatización llamado “sistema de responsabilidad familiar”, que ha transferido la responsabilidad productiva y la mercantilización del producto de las comunas agrícolas a la familia, pero sin desaparecer las formas cooperativas y de solidaridad tradicionales. Sin este paso exitoso, los demás procesos no se hubieran realizado. Consideremos también que el complejo sistema de planificación desde el centro fue abolido para muchos productos industriales, además de que se dio más autonomía a las empresas estatales.
El resultado de esta nueva orientación fue que el PIB por habitante se duplicó entre 1978 y 1990, aunque surgieron problemas económicos como el mantenimiento de bajos niveles de productividad en el campo, las migraciones hacia ciudades que no tenían la infraestructura necesaria para recibir millones de personas por año, las desigualdades regionales, el déficit energético y una corrupción grande, lo cual, por supuesto, no resta importancia a los logros de un país que hacia fines del XX superaba los 1,250 millones de habitantes. (Enrique Semo, 2004)
Esto no se podría explicar si no tomamos en cuenta la existencia de una mano de obra abundante y barata, así como las facilidades otorgadas a la inversión extranjera.