Texto dramático
El texto dramático representa la vida a través de acciones humanas que se oponen y dan origen al conflicto. Se presentan las circunstancias en que se produce y las voluntades que se enfrentan, las cuales conducen a un desenlace.
Se caracteriza por su brevedad y concentración, de tal manera que solo aparecen los aspectos más importantes para manifestar el conflicto, así la acción avanza directamente sin desviarse en juicios o comentarios. Mantiene la tensión con cambios repentinos (peripecia) para lograr el interés del oyente.
Formas expresivas
La obra dramática desarrolla la historia mediante el diálogo de los personajes, quienes emplean el discurso directo en sus parlamentos, aunque también pueden usar la forma de monólogo (un personaje habla consigo mismo en voz alta) o de soliloquio (un personaje habla, pero su discurso no se dirige a nadie en particular). Estos discursos pueden adoptar la forma del verso o la prosa.
Representación y puesta en escena
Un texto dramático está escrito con el propósito de ser representado ante un público. Los personajes y el espectador coinciden físicamente, puesto que la historia se desenvuelve frente a él por medio del diálogo entre los actores, y está orientada hacia el espectador como receptor del mensaje.
Para efectos de su representación, el escritor de una obra teatral coloca indicaciones o acotaciones en las cuales indica los gestos que deben adoptar los personajes, el escenario, su distribución, la ubicación del mobiliario y la decoración. También sugiere el vestuario y la actuación. Por ejemplo, en la obra Edipo Rey, de Sófocles, el autor pone al inicio de la obra unas indicaciones para situar la acción:
“(Delante del palacio de Edipo, en Tebas. Un grupo de ancianos y de jóvenes está sentado en las gradas del altar, en actitud suplicante, portando ramas de olivo. El Sacerdote de Zeus se adelanta solo hacia el palacio. Edipo sale seguido de dos ayudantes y contempla al grupo en silencio. Después les dirige la palabra.)”.
Puede la obra de teatro, empezar solo con una pequeña nota, como es el caso de la obra El avaro, de Molière que empieza con: “La escena en París, en casa de Harpagón”.